Hoy, sin duda, las piñas de cerámica vidriada se han convertido en un ícono del arte popular mexicano y se consideran de gran valor artístico, ya que son codiciadas por coleccionistas de todo el mundo. A primera vista, nuestros clientes se enamoran de sus superficies de esmalte brilloso y sus detalles refinados. Elaboradas en San José de Gracia, un pequeño pueblo enclavado en las montañas llenos de pinos del norte de Michoacán, estas piñas tienen una historia interesante que, irónicamente, no hace referencia a un cultivo local ni a tradiciones vinculadas a la cultura indígena purépecha. Entonces, ¿Cuál es exactamente la historia detrás de esta famosa pieza? 

La historia de la cerámica vidriada se remonta a la época colonial cuando el reconocido obispo español Vasco de Quiroga introdujo por primera vez la técnica de la cerámica vidriada a los purépechas a principios del siglo XVI. Tzintzuntzán, la capital original de la cultura purépecha, pronto se convirtió en un importante centro de cerámica y rápidamente el conocimiento sobre nuevas técnicas se extendió por todo el estado, creando una red de pueblos especializados en diferentes técnicas y formas de alfarería. 

El nombre “Piña” proviene de la forma original creada por Elisa Madrigal Martínez, una alfarera tradicional de Carapán, Michoacán. A principios de la década de 1970 se mudó a San José de Gracia y decidió crear piezas diferentes a las tradicionales cazuelas vidriadas del pueblo. Ella comenzó a hacer tazones de ponche con forma de piña. Llamadas "poncheras", estos cuencos tradicionales se utilizan para servir tepache, una bebida de piña fermentada. La forma tradicional suele ser una jarra o cuenco de boca grande con una fila de ganchos debajo del borde, para colgar tazas pequeñas. La ponchera de Elisa hizo referencia a las formas de esta gran fruta en forma de barril. 

Su hijo, Alejos Madrigal, junto con sus hermanos José María, Emilio y Bulmaro aprendieron el arte de la alfarería de Elisa y hoy cada uno tiene talleres en el mismo pueblo. El trabajo de esta familia ha jugado un papel clave en impulsar la tradición alfarera de San José de Gracia para diversificarse y hacerse más imaginativa. Tanto Alejo como la vecina familia Hernández Cerrano comenzaron a experimentar con piñas independientes, cuencos con forma de piña e incluso candelabros, todos inspirados en las originales "Poncheras" creadas por la madre de Alejo. Puramente decorativas, las Piñas independientes no tienen otra función que la de adornar un espacio.

Continuando con la tradición de Elisa Madrigal, las familias Hernández Cerrano y Alejos llevan creando Piñas desde hace casi 50 años. Juntos, abrieron una cooperativa, llamada "Tsitsiki" que significa "Flor del bosque" en Purpura, que describe literalmente este lugar mágico donde se crea, exhibe y vende su arte.

Es importante notar que la familia Hernández Cerrano jugó un papel decisivo en la obtención del estatus oficial de "Denominación de Origen" para los alfareros de piña de Michoacán. Los derechos de autor de este grupo son otorgados por el gobierno federal mexicano para proteger contra la piratería, las propiedades artísticas e intelectuales de los artesanos originales y productores de productos mexicanos considerados "artesanías".

Tres generaciones están ahora activas en la producción de piñas, pero los tiempos están cambiando rápidamente. Las granjas de frutos rojos y los invernaderos de hierbas y especias están llenando el fondo del valle. Es posible que los trabajos en la agricultura no paguen muy bien, pero el trabajo es estable. Cada vez más, los jóvenes se alejan de la artesanía tradicional hacia el mundo digital y los teléfonos inteligentes. Esperamos que continúe el trabajo de la cooperativa y la creación de esas piezas tan únicas y hermosas.